TRATANDO DE ENTENDER LA ADICCIÓN...

(Resumen del capítulo 9, El principio del placer y la libertad de elección: las adicciones, del libro “La nueva biología de la mente”, del premio nobel Eric R. Kandel) Hay personas adictas a sustancias pero también a actividades como jugar, comer o ir de compras. Las adicciones hacen estragos en la vida de las personas, pudiendo perder trabajos, familia, salud… hasta terminar en la indigencia, en la cárcel, o incluso muriendo. Las personas adictas no quieren seguir haciendo lo que hacen, pero no pueden parar, ya que el abuso de ciertas sustancias o conductas erosiona la capacidad del cerebro para dominar los deseos y las emociones. Así pues las adicciones nos despojan de la voluntad, de la capacidad de elegir libremente entre distintas acciones. En el pasado se creía que las adicciones eran manifestaciones de debilidad moral, hoy en día ya sabemos que es un trastorno mental, es decir, un mal funcionamiento del sistema de recompensa cerebral, que es el circuito neuronal responsable de las emociones positivas y de las expectativas de gratificación. Cuando en el cerebro la droga estimula el núcleo accumbens, hay un exceso tal de dopamina, que el atractivo normal del placer puede exagerarse tanto, que puede hacer que el cerebro convierta el exceso de dopamina en una adicción. Un placer tan intenso como para olvidarse de comer, de beber, de la sexualidad, de… “vivir”, y dejar a la persona extasiada de esa “felicidad” olvidándose de todo, hasta finalmente llegar incluso a morir. Normalmente cuando la dopamina es producida de manera natural también es absorbida y eliminada en muy poco tiempo. Al introducirse la dopamina de manera artificial, no se absorbe ni se elimina tan pronto, por eso sigue produciendo sensaciones agradables más tiempo, de ese modo queda secuestrado el sistema de recompensa cerebral. Este secuestro tiene varias etapas. Comienza por el propio proceso de adicción, durante el cual la droga se adueña del sistema de recompensa cerebral y termina por la incapacidad de resistirse a la droga. La droga aumenta la dopamina en el cerebro, y ese aumento de dopamina, al parecer, produce los efectos gratificantes que determinan la drogadicción. Quienes siguen consumiéndola adquieren tolerancia, no respondiendo de una manera tan eficaz los receptores de dopamina y necesitando entonces más cantidad de droga para sentir el mismo placer. Y si ya la droga no hace el efecto deseado, ¿para qué seguir consumiéndola? Aquí entran en juego las asociaciones positivas. La persona adicta ha aprendido a asociar la droga con lugares, personas, canciones… y paradójicamente estas asociaciones y no la droga son las responsables de las recaídas, ya que el recuerdo de la experiencia agradable y las situaciones relacionadas con ella persisten indefinidamente, y por tanto la exposición a esas situaciones aviva el impulso irrefrenable de volver a consumir. Debido a la facilidad con que recaen las personas adictas, hoy sabemos que la drogadicción es una enfermedad crónica, igual que la diabetes. Se puede ayudar a las personas enfermas a evitar las recaídas, pero la recuperación es un proceso permanente que requiere mucho esfuerzo y atención por parte de la persona que sufre la enfermedad. Hoy en día no hay cura, pero hay muchos avances en el conocimiento del trastorno. En las investigaciones han observado las zonas del cerebro que están dañadas explicando así por qué algunas personas no pueden controlar el impulso de consumir drogas, aunque la propia droga ya no le produzca placer. También han ayudado las investigaciones a observar una condición de la enfermedad en la que la capacidad de controlarse a si mismo se ve mermada. Resulta evidente que la drogadicción es una enfermedad del cerebro y que los cambios propiciados por el consumo de drogas influyen en los circuitos cerebrales que procesan la motivación y la recompensa. Por ejemplo, han descubierto como el estrés crónico aumenta las posibilidades de convertirse en drogodependiente ya que en un primer momento la droga calma las consecuencias fisiológicas y emocionales del estrés. Según lo descubierto, parece que en el futuro los tratamientos a parte de centrarse en el circuito del placer, también lo harán en el recuerdo de los hechos placenteros. Igualmente, según investigaciones, lo más sorprendente es que la drogadicción se hereda en el 50% de los casos y el 50% restante se debe a la interacción entre los factores ambientales y los genes, por tanto la comunidad científica apunta a que si identifican los genes peligrosos y comprendemos como interaccionan con el entorno, podrán despejarse dudas sobre tratamientos. En otros trastornos compulsivos que tienen que ver con la comida, el juego y el sexo, se ha observado que el cerebro se comporta de la misma manera, e igualmente se observa como el tejido social influye en el comportamiento de las personas. El autocontrol nunca será fácil, pero tal vez se pueda ayudar a las personas que presentan estos problemas a que les resulte menos difícil controlarse a sí mismas. El alto índice de recaídas refleja duraderos cambios que tienen lugar en el cerebro durante la formación de las adicciones. La drogadicción es una forma de memoria a largo plazo, ya que el cerebro se acostumbra a relacionar ciertas situaciones con el placer y entonces el impulso de consumir drogas se desata cuando se dan esas circunstancias. El recuerdo del placer se mantiene mucho tiempo después de dejar de consumir por eso es muy importante que se mantenga el tratamiento. El objetivo de la medicación es ayudar a olvidar el placer relacionado con las sustancias adictivas y contrarrestar las poderosas fuerzas biológicas que provocan la adicción, potenciando así la efectividad de la rehabilitación y el tratamiento psicosocial. Con los conocimientos sobre los circuitos de recompensa cerebral se podrán hacer nuevas terapias, y con el tiempo, el trabajo de las investigaciones ayudará a prevenir las adicciones. La sanidad pública se ha desentendido casi por completo del cuidado y tratamiento de las drogodependencias ya que se entendía más como una elección personal, estigmatizado mucho esta creencia a las personas drogodependientes. El papel de la voluntad en el contexto de las adicciones es una cuestión bastante compleja, pues las drogas afectan a las partes del cerebro que controlan la capacidad de tomar decisiones. Una adicción es una complicada interacción entre procesos mentales conscientes e inconscientes. Empieza con una decisión voluntaria de consumir drogas pero estas estimulan las neuronas que producen dopamina y otras sustancias químicas. Con el tiempo esa actividad inconsciente, y los cambios que se producen en el funcionamiento del cerebro toman el control. Por tanto, si bien en un principio la persona pudo elegir libremente probar la droga, el consiguiente trastorno cerebral disminuye la capacidad para elegir libremente. La educación y la ciencia son las mejores vías para eliminar los estigmas, permitiendo así a la ciudadanía y a la sociedad adoptar una actitud más racional con las personas que padecen adicciones y puesto que el riesgo de sufrir adicción depende en gran medida de la genética, es muy importante considerar dichas adicciones como un trastorno del cerebro, no como un defecto moral, e igualmente importante sería usar tratamientos, no castigos, para intentar curar esas enfermedades. TALLER SOCIOCULTURAL